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Destino

Roma por primera vez

La Ciudad Eterna es imposible de descubrir de golpe. Inabarcable en tamaño y encanto, si es cierto que hay paradas que uno no se puede perder.

Cuando uno visita Roma por primera vez seguro que lleva apuntado en un listado de cosas que ver el Coliseo, la Fontana di Trevi o la Plaza de España. Pero la realidad de esta ciudad es que es infinita. Roma sobrecoge, enamora y engancha de tal manera que pocas personas solo la visitan una vez en su vida.

Harán falta pocos minutos entre sus calles para darse inmediata cuenta de la magia inabarcable que tiene la capital italiana. Por algo la llaman la Ciudad Eterna… Aun así, siempre hay una primera vez para todo. Y si toca Roma, lo único que se puede hacer es intentar aprovechar el tiempo lo máximo posible y no darle menos de tres días completos. Aunque seguro que tocará volver.

Fundada por Rómulo y Remo en el año 753 a.C. según reza la leyenda, la ciudad que no se construyó en un día cuenta con nada menos que 13 puntos nombrados Patrimonio de la Humanidad en su centro histórico. A eso súmale la belleza inigualable de unas calles adoquinadas donde la vida nunca para –al igual que el tráfico–, unas plazas siempre rebosantes de energía, terrazas y aperitivos y, por supuesto, una gastronomía donde la pasta y la pizza mandan. Roma es eterna y como tal, una vita sola non basta.

LLEGADA A ROMA

En avión es la forma más habitual de llegar a la ciudad. El de Fiumicino es el aeropuerto principal de Roma, aunque también se puede aterrizar también en Ciampino, mucho más pequeño. Ya sea en taxi o en transporte público, el caótico tráfico será quien te reciba y ya te indique que es este un lugar donde planificar está bien, pero dejarse llevar es lo mejor que puedes hacer.

Roma cansa. Y mucho. Y es que es mejor no intentar copiar a Audrey Hepburn y a Gregory Peck y dejar la Vespa aparcada; Roma es para vivirla andando.

LO PRIMERO ES SALUDAR AL CÉSAR

El Coliseo no necesita presentación. Símbolo por excelencia de Roma, este centro de juegos fue inaugurado en el año 75 y estuvo operativo hasta el siglo X d.C. En su arena los gladiadores se enfrentaban hasta la muerte, cómo tan bien dejó marcadas en nuestras retinas el hispano Máximo (Russell Crowe) en Gladiator, película que, por cierto, ya tiene 24 años. Hoy sus gradas con aforo para 45.000 personas sirven para ser testigo directo del antiguo esplendor del Imperio romano en un gigante que en el 2018 comenzó una seria remodelación. De hecho, ahora sus entrañas, con galerías subterráneas, plataformas móviles y ascensores de madera, son visitables.

Para visitar el Coliseo por dentro, es más que recomendable adquirir la entrada de visita con antelación, y así evitarse las interminables colas que se forman a lo largo del día. De hecho, si se va a primera hora del día, mejor que mejor.

Tras la foto de rigor bajando el dedo cual Cómodo (Joaquin Phoenix), es hora de observar las imponentes ruinas del vecino Foro Romano. El que fuese el centro de la vida pública durante más de un milenio hoy invita a pasear entre antiguas calzadas y situarse bajo imponentes edificaciones que aún siguen en pie, como el Arco de Tito. De hecho, se puede adquirir una entrada conjunta para ver tanto el Coliseo como el Foro Romano; sin embargo, también es posible ascender a lo alto de la vecina colina del Palatino y disfrutar del Foro desde las alturas.

Si te has quedado con ganas de más ruinas romanas, cerca te esperan el Foro de Trajano y el Circo Massimo. También podrás pasear hasta el Teatro de Marcello, cuya construcción mandó iniciar el mismísimo Julio César. Y estás también en una ubicación perfecta para acercarte a la Bocca della Verità, una antigua máscara de mármol colocada en la Iglesia de Santa Maria en Cosmedín, de la que dice la leyenda que te morderá la mano si mientes. De ahí que verás a todos los turistas haciendo cola para dejar inmortalizado el momento de su mano dentro de la boca de la máscara.

Pero antes de abandonar la zona del Coliseo, no muy lejos se ubican dos de las iglesias más bonitas de Roma: la Basílica de Santa Maria en Aracoeli y la de San Pietro in Vincoli. En la primera encontrarás frescos del siglo XV realizados por Pinturicchio o la tumba de Giovanni Crivelli, obra de Donatello. En la segunda espera la famosa estatua del Moisés de Miguel Ángel, que tardó 40 años en terminar. Cerca te queda también la imponente Basílica Papal de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas mayores que existen en el mundo, todas ellas ubicadas en Roma (la de San Pedro, en el Vaticano, es la más grande de todas. Después está la de San Pablo Extramuros).

CENA EN EL TRASTEVERE

Aunque se ha convertido en uno de esos lugares donde solo verás turismo, es imposible no dejarse caer, aunque solo sea un día, en el magnífico barrio del otro lado del Tíber. Con la plaza de Santa María como corazón del Trastevere, el plan aquí solo es andar sin rumbo por sus estrechas calles empedradas.

El que fuese el barrio bohemio por excelencia de Roma hoy es un sinfín de restaurantes, trattorias y bares donde disfrutar de una copa después de cenar o de un aperitivo antes (spritz, por favor). No resulta una mala opción reservar mesa fine dining en Zia Restaurant o intentar sentarse en la conocidísima popular Trattoria Da Enzo al 29.

COMO VACACIONES EN ROMA

El siguiente día toca dedicárselo a la parte oeste de Roma, esto es, que el día tiene que terminar sí o sí en la Plaza de España. Antes de situarse junto a la iglesia de Trinità dei Monti, donde se rodó una de las escenas más famosas de Vacaciones en Roma, lo mejor es comenzar el día en la Fontana di Trevi, porque no hay mejor momento para rendir tributo a esta obra de arte que con las primeras luces. Además, te evitarás las hordas de turistas. De hecho, es recomendable visitar la fuente al menos en dos momentos del día en un mismo viaje, pues nada tiene que ver su aspecto a primera hora y en la noche.

No importa por qué calle decidas entrar, la impresión que provoca esta inmensa joya de agua y piedra encajada entre estrechas calles te dejará sin palabras. Y es que nada, absolutamente nada, te prepara para la fuente más hermosa del mundo. Querrás estar horas y horas sin moverte.

Construida en el siglo XVIII por Nicola Salvi, quien murió antes de ver terminada esta obra maestra, la Fontana di Trevi requiere de un análisis exhaustivo, así que siéntate en algunas de las gradas preparadas para ello y disfruta. Porque olvídate de intentar replicar a Anita Ekberg en La Dolce Vita, aquí se mira pero no se toca.

Apoyada en el Palazzo Poli, la Fontana di Trevi se desarrolla en torno a una gran cuenca de la que emerge un acantilado de piedra embellecido con escultóricas plantas. La estatua de Neptuno domina el centro de la arquitectura, a cuyos pies dos tritones y dos caballos resurgen de la piedra con un realismo impecable. En este epílogo del Barroco de 20 metros de anchura y 26 de altura, articulado a modo de arco del triunfo, aparecen entre columnas corintias, las estatuas de la Abundancia y de la Salubridad, alegorías del agua. Sobre ambas, dos bajorrelieves representan a Marco Agrippa –que ordena la construcción del acueducto por el que esta fuente tiene lugar después– y a la virgen doncella, según cuenta la leyenda, gracias a la cual encontraron los romanos el manantial que sigue todavía abasteciendo el acueducto.

Antes de marcharte de aquí, que no se te olvide arrojar una moneda a la fuente, te hará volver a Roma. Ahora, si tiras dos monedas al agua, le estás pidiendo a la fuente encontrar el amor.

Aunque cueste, toca seguir con el itinerario. No muy lejos está el Palacio del Quirinal, antigua residencia de verano papal. Erigido sobre una de las siete colinas de Roma, este palacio hoy reconvertido en la residencia del Presidente de la República, comenzó a erigirse a finales del siglo XVI, pero tardó en terminarse un siglo y medio. Desde la terraza que hay al lado te esperan unas magníficas vistas de la ciudad. Y ya que estás por aquí, acércate a ver dos pequeñas joyas del Barroco: la iglesia de San Andrés del Quirinal (obra de Bernini) y la de San Carlo alle Quattro Fontane, San Carlino para los amigos.

En la otra dirección desde la Fontana di Trevi encontramos el Panteón de Agripa y la Piazza Navona, una de las explanadas con más vida de la capital italiana. Este alargado espacio lleno de terrazas no tiene pérdida gracias al obelisco de Domiciano, que se erige sobre la espectacular Fuente de los Cuatro Ríos de Bernini –esa que en la novela de Ángeles y Demonios, de Dan Brown, era uno de los altares de la ciencia. Recomendación: haz coincidir esta parada con la hora del vermú y siéntate a disfrutar ver la vida pasar durante un rato. Estamos en el céntrico barrio de Rione y otra parada alternativa para tomar algo es el Campo dei Fiori, cuyo animado mercado y terrazas siempre augura un buen ambiente.

Y ya sí, para terminar la tarde, la Plaza de España. Esas icónicas escaleras con la iglesia de Trinità dei Monti de fondo suelen estar atestadas de gente. No importa la hora. Lo mejor que puedes hacer es comprarte un gelato y disfrutarlo mientras revives una de las escenas más famosas de Vacaciones en Roma.

Antes de irte a cenar pásate por la vecina Piazza del Popolo y sorpréndete con sus dos iglesias gemelas o date un capricho en Via del Corso o en Condotti, las dos calles más famosas para ir de tiendas en Roma.

PROBANDO LA MEJOR CARBONARA DE ROMA

Villa Agripina presume de tener al rey de la carbonara. El chef Luciano Monosilio se hizo con su primera estrella Michelin con tan solo 27 años. Tras estar por varias cocinas italianas, se decidió a abrir su propio local: Luciano Cucina Italiana. Poco tiempo tardó en hacer de su Carbonara Siganture su plato estrella. En el hotel dirige Follie, donde la reconocida pasta se puede probar en un exquisito menú degustación que recorre toda Italia.

MADRUGAR Y AL VATICANO

Aunque literalmente abandonas Italia para adentrarte en otro país, a la ciudad del Vaticano uno entra sin darse cuenta. Claro que enseguida se entera de donde está. Pocos lugares hay en el mundo como la plaza de San Pedro. Construida por Bernini a mediados del siglo XVII, entre sus 284 columnas y 88 pilastras entran más de 300.000 personas, como demuestra cada año la Epifanía del Señor, donde el Papa sale por la diminuta ventana de su habitación en el Palacio Apostólico.

Aunque la Basílica es de entrada gratuita, merece la pena comprar tickets por adelantado para el otro gran protagonista del lugar: la Capilla Sixtina. Sí, ha llegado el momento de romperse el cuello admirando la obra maestra de Miguel Ángel.

Esta capilla del Palacio Apostólico forma parte de un templo que se mandó erigir en el siglo XV, con el Papa Sixto IV al mando. Sin embargo, fue Julio II el que en 1508 consiguió que Il Divino aceptase el encargo. Porque al principio Miguel Ángel se mostró muy reticente al hecho de abandonar la escultura en pro de la pintura. Tras cuatro años de trabajo, y un andamio para pintar a 20 metros de altura, el resultado fue un techo con las nueve historias del génesis, siendo la creación de Adán la imagen más conocida. Antes de irte no olvides disfrutar de El Juicio Final, también obra del genio del Renacimiento italiano.

Aunque mucha gente solo entra a ver la Capilla Sixtina, supone un inmenso error ignorar el resto de estancias de los imponentes Museos Vaticanos. Porque aquí encontrarás las Estancias de Rafael –cuatro habitaciones que pertenecieron a los aposentos del papa Julio II donde Rafael y sus discípulos decoraron con un gusto inigualable–, con La Escuela de Atenas como gran protagonista. Platón, Aristóteles, Sócrates, Diógenes, Pitágoras, Euclides… Ninguno de los grandes filósofos e intelectuales falta en una de las obras maestras de Rafael.

Uno puede pasarse perfectamente el día entero dentro de los Museos Vaticanos, pues aquí se guardan la inmensa colección de arte que han ido reuniendo los Papas desde el siglo XVI. Obras griegas, tapices flamencos, estatuas romanas, mosaicos medievales, mapas cartográficos, lienzos del “Ottocento”, esculturas egipcias –sarcófagos incluidos– y una enorme pinacoteca donde no faltan Giotto, Rafael, Leonardo, Tiziano o Caravaggio junto a nombres más contemporáneos. Porque también hay arte moderno aquí, con Van Gogh, Bacon, Chagall, Carrà, de Chirico, Manzú, Capogrossi, Fontana o Matisse entre algunos de los asistentes.

Por último pero no menos importante, la Basílica de San Pedro es también de una belleza inmensa. Si ya fuera sobrecoge con su imponente cúpula, obra de Miguel Ángel, dentro se encuentran dos joyas escultóricas: el Baldaquino de Bernini y La Piedad de Miguel Ángel. No corras, disfruta y sorpréndete también con el resto de increíbles esculturas y monumentos que se distribuyen por la iglesia más grande del mundo. También puedes visitar su cripta y, con entrada, ascender a los cielos de su cúpula.

Aunque otra de las grandes vistas la ofrece el vecino y laico Castillo de Sant’Angelo. Dicho sea antes de irnos, en los templos religiosos italianos no se puede pasar con los hombros o las piernas al descubierto, hay sitios que te prestan un pañuelo o fular, pero, por si acaso, mejor llévate algún ejemplar en el bolso.

Y nos despedimos de esta primera vez en Roma en el Castillo de Sant’Angelo, una edificación que nació para ser el mausoleo del emperador romano Adriano pero que después ejerció como fortaleza, palacio y prisión hasta ser el museo que es hoy en día. A orillas del Tíber, su peculiar estructura en redondo está llena de leyendas, anécdotas y secretos.

Conectado con el Vaticano por un pasillo de 800 metros de longitud, más de un Papa lo ha usado para ponerse a salvo (Alejandro VI lo utilizó cuando Carlos VIII invadió Roma en 1494 y Clemente VII lo cruzó durante el Saqueo de 1527). Con suerte, a veces también nosotros podemos cruzarlo. Lo que siempre está abierto al paso es el magnífico Ponte Sant’Angelo, que une el castillo con el resto de Roma. Entre los 10 ángeles que lo custodian nos despedimos de esta Roma por primera vez.

EXTRA: LA CIUDAD DE LOS MUSEOS

En Roma hay museos para todos los gustos. Si dispones de tiempo y te gusta perderte entre lienzos, esculturas y arte de todo tipo, además de los mencionados Museos Vaticanos, los Museos Capitolinos se presentan como el otro gran emblema museístico de la ciudad. Aquí será donde verás a la Loba Capitolina original. Y si eres más de pequeños museos, caerás rendido ante el imponente Palacio Doria Pamphilj o el palacio Colonna, ambos repletos de obras de arte. Además, cada primer domingo de mes los museos y parques arqueológicos estatales son de acceso gratuito.

Un último consejo, Roma es una ciudad para vivirla a todas horas, pero, como buen turista, lo mejor es madrugar.

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